15 nov 2015

Indiferencia

El dedo recorre su espalda. Lo hace con delicadeza, como si estuviera tratando una página frágil y desnuda de papel. El tacto, aunque inusual, no le molesta. El roce le produce placer, y ella no intenta ocultarlo.

El chico pasea la vista sobre aquel lienzo desnudo. Ignora lo que ella piensa y siente, pero tampoco desea averiguarlo. Se limita a tocar y apreciar esa piel obscura que efímeramente es suya. Le encanta lo que sus ojos ven y lo que sus manos sienten; Le encanta lo que ella le ofrece, le encanta ella.

En un acuerdo tácito deciden parar. Ella, entonces, se da la vuelta y su mirada se detiene un momento sobre el cielo raso. Aburrida, dirige la vista hacia un amante que la rechaza. Ella entiende el gesto, y vuelve a lo que antes hacía. Ninguno habla. No tienen intención en  arruinar el silencio.

Aquello termina, y sus miradas al final convergen en los ojos del otro. Ella ve amor en los ojos de él. El, por su parte, solo la ve. Es una situación que les parece embarazosa, pero sus labios nunca se despegan para decir lo que en realidad sienten. Y a ninguno le importa.  

Una hora más tarde, ya no se encuentran juntos. Sus caminos se separaron con la misma rapidez con la que se unieron. En casa, el chico cuenta su dinero antes de ir a dormir. Ella hace lo mismo, pero en la comodidad de su frio departamento. Continúan unos minutos más y se detienen. No al mismo instante; Primero él y luego ella.


El chico deja que la billetera le resbale de las manos y rápidamente se duerme. Ella, contempla un objeto sobre las piernas. Y antes de dormir, acerca el objeto a su rostro donde lo huele.

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